Con el vino, juntos a la mesa

Digan lo que digan, sentarse en familia o junto a los amigos nos conecta no solo con los demás, sino con nosotros mismos. Como parte de un ritual, o un hábito más bien, lo hemos venido haciendo desde tiempos inmemoriales. Quizás en un comienzo en lugar de una mesa, la que convocaba era una fogata, no obstante el acto de ubicarnos mirándonos unos a otros, compartiendo en ocasiones algo de comer y beber, es parte de todas las culturas, incluso de aquellas que nos parecen más distantes.

Y naturalmente el vino no ha estado ajeno a esta experiencia. Allí donde la ocasión lo ha requerido, ha tenido su lugar y ha pasado de mano en mano, para ser compartido y luego disfrutado por todos. En esas ocasiones la comida ha sido su mejor compañera y junto a ella, sinnúmero de aromas, sabores y texturas se han trenzado indisolublemente, con recuerdos, anécdotas, apreciaciones y reflexiones, que han emergido producto de la magia, que se genera al permanecer en el aquí y el ahora.

Desafortunadamente la agitada vida actual nos está dejando cada vez con menos tiempo, para disfrutar con libertad del estar todos juntos. Y sí, quizás las nuevas tecnologías han llegado para acercarnos, acortar esas distancias que han surgido entre nosotros. Sin embargo también cada vez es más común encontrar mesas en las cuales, el disfrutar los unos de los otros, de la proximidad  de todos en el presente, es una circunstancia excepcional y muy poco frecuente…

En fin, desde acá seguimos pensando que con el vino, juntos a la mesa la vida puede seguir rodando y lo que venga, sólo puede ser mejor para todos y cada uno, sin diferencias ni distancias.

¡Salud!

IdV.