Esa botella guardada…

Hay definitivamente un aspecto, que no es comprendido de nosotros, quienes somos amantes o fanáticos del vino: el afán que ponemos algunos en guardar ciertas botellas, para «más adelante» o para cuando sea «el momento correcto» de abrirlas.

No estoy hablando de coleccionar botellas de vinos raros, exclusivos o únicos. Al contrario, hablo de quienes consideramos, que una botella ya sea recibida como regalo o comprada especialmente, merece descansar por un tiempo. O, más que eso, le corresponde un momento preciso para ser abierta, el cual no necesariamente es aquí y ahora.

Nada tengo personalmente con la velocidad y el vértigo. Me gustan los tiempos que corren donde la tecnología ha permitido, que nos comuniquemos en tiempo real, por una diversidad de vías diferentes. Es más, no puedo estar en contra cuando parte de mi vida, gira en torno a esa inmediatez que, en gran medida me permite estar reflexionando con ustedes y junto a ustedes. Ahora bien, sí tengo mis reparos cuando se trata de ciertos rituales, en los que la pausa, el sosiego son condiciones inalienables. Y uno de esos ejemplos es justamente el ritual de seleccionar y abrir una botella de vino de la cava, para ser compartida…

Es cierto que no todos los vinos son de guarda. También es cierto, que incluso algunos de ellos fueron pensados y elaborados, para que los bebamos prontamente, sin mayores consideraciones. Naturalmente en estos casos nada indica, que reservarlos en un lugar apartado sea lo más aconsejable. Sin embargo, existen esos otros vinos, aquellos que algo tan simple como el año de cosecha, su lugar de origen o incluso a veces el estilo y las cepas, los vuelven vinos extemporáneos o, dicho de una forma más precisa, vinos del futuro. Beberlos hoy no sería una falta grave, no obstante beberlos mañana sería poder disfrutarlos en plenitud, en la ocasión idónea y con las personas más indicadas.

De todas maneras, en vinos nada hay escrito, menos reglas inamovibles. Así, quizás lo mejor sea que, a todos quienes no logren entender nuestro afán, los invitemos en una próxima ocasión a compartir una copa de esa botella especial, que abriremos para ellos. La comprensión vendrá seguro al segundo sorbo y por añadidura.

¡Salud!

IdV.