Reciclando con especial conciencia ecológica

No se qué piensan ustedes, pero para mí no hay como abrir una botella de vino y escuchar ese dulce sonido, que hace el corcho al salir de la botella. Es más, en el caso del Champagne, ese sonido me logra impresionar, sobre todo cuando viene precedido de una explosión, que sin duda ha sido hasta el día de hoy, inspiración para muchas celebraciones.

Tampoco, creo yo, estoy ajena a la sutil expectación que me genera el saber, si hay alguna inscripción en el corcho, más cuando se trata de un vino, que pruebo por primera vez. Tendrá dibujos? Quizás siglas de la viña/bodega? O simplemente viene «en blanco»? No sé, evidentemente soy de aquellos, que gustan prestarle unos segundos de su tiempo y observarlo con detención.

Pero sin duda, aquello que del corcho se lleva mi completa admiración es el árbol, que le da vida y razón de existir, el alcornoque. Cuando por primera vez supe como se obtenía, más aún, cuando tuve conciencia del tiempo que se requiere, para que uno de esos árboles esté listo para vivir el proceso de su primera extracción (25 años!!), me conmovió. Esté hecho se subrayó, cuando luego me enteré que se requieren periodos alternados de 9 años para que nuevamente, esté apto para «dar un nuevo corcho»…

En fin, en tiempos en los cuales vivimos tan aceleradamente, nunca está demás recordar que para algunas especies, cada año cuenta y por eso, el contrapunto que se aprecia en el reciclaje de un artículo de desecho, como lo es el corcho de una botella de vino, hecho con mucho estilo, pero también con tanta delicadeza como en este terrario, da sin duda alguna para pensar y valorar.

IdV.

 

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