Simplemente hay parejas que no pueden ser pasadas por alto. De esas, que si se dan, son capaces de vencer el paso del tiempo y las dificultades, para luego de muchos «ires y venires», seguir estando allí, frente en alto, sea como sobrevivientes o como vencedoras.
De este tipo ciertamente es la que existe entre la AMISTAD y el VINO. Es prácticamente imposible que una buena amistad no haya nacido, si el vino hizo su presencia desde el inicio. Esto, porque el vino sabe bien de palabras honestas y directas. Consigue que quienes lo beben, no sólo aflojen sus tensiones y rigideces, si no también muestren pausadamente lo que está muy profundamente guardado en su ser. Además, porque el vino no es un gusto de inicios, si no más bien uno que se adquiere con la madurez, justo cuando se anda tras amistades menos fugaces; cuando por sobre una celebración o encuentro casual, lo que prima es conseguir intimidad, conexión y por qué no, algo de humilde reflexión.
Junto a una copa de vino pueden surgir súbitamente amistades, sí, mas lo realmente valioso y que supera todo «maridaje intensional», son aquellas amistades que se revisitan y crecen acompañadas por el vino, porque éstas son invariables y eternas.
¡Salud!
IdV
Comentarios (6)
Una copa es suficiente. Pero una gota es todo.
Absolutamente. ¡Salud por eso! 🙂
Leyendo tus palabras, hice memoria y recordé taaaantos momentos…al final, es como tú dices. Por o con el vino se hace memoria. Y en esa memoria están los amigos. Pero lo que aun no sé, ni sé si quiero resolver, es qué fue primero: si el vino o la amistad!
Tal cual! Y en realidad no vale la pena tratar de resolverlo, porque a veces llega primero el vino y en otras primero la amistad 🙂
Lo que el vino unió, que el vino no lo separe
Seguro! Pero no imagino que el vino quiera separar amistades verdaderas, ¿no piensas igual?