Vino y Felicidad

«La felicidad es un vino de la añada más rara, y parece insípido a un gusto vulgar» (Logan P. Smith)

Con esta cuidada frase, el ensayista y crítico nacido americano y nacionalizado inglés, inevitablemente nos provoca e interpela, preguntándonos implícitamente a través del vino, si estamos preparados para disfrutar la felicidad…

La felicidad, tan elusiva y fugaz que nos parece inalcanzable, más aún hoy por hoy, cuando escaso tiempo nos queda (¿o nos permitimos?) para detenernos y acto seguido preguntarnos si estamos bien o estamos mal. Cuando el día a día nos adormece convencidos, que nuestra felicidad está al final del camino, lejos, esperándonos para mostrarnos una vez allí,  la otra cara de la moneda, la de los destellos y las sonrisas. ¿Qué sería de nosotros sin esta convicción? ¿Podríamos empujar los minutos del día con energía?¿Seríamos capaces de levantarnos del pesado sueño por las mañanas?¿O de enfrentar la realidad, que como suele venir, nos da palmadas con sabor a bofetada y un aroma indescifrable, dulce y agrio a la vez? Quizás no, quizás sí, porque a lo mejor, por esos giros abruptos que tiene la vida, el final del camino sale a nuestro encuentro mucho antes y, como tenemos nuestra atención puesta en el futuro, no somos capaces de darnos cuenta que la esquina ya llegó, y debemos bajarnos en esta parada…

Y en vinos, las sorpresas están siempre aguardando al bebedor. Siempre. Sobre todo cuando el vino trae en su historia señas indelebles, que el tiempo dejó, recuerdos y caricias que la naturaleza pudo brindarle y que luego el espíritu del hombre supo cómo acompañar y moldear. Mas estas sorpresas no se escribieron en líneas nítidas. No. Ni se develan luego en imágenes claras. No. He aquí entonces, que no cualquiera puede descifrarlas y menos llegar a disfrutarlas. Es probable que ese vino, tan único y especial, pase por muchos paladares antes, toque a innumerables puertas, se cruce en el camino de todo aquel dispuesto a abordarlo, sediento y ansioso. Sin embargo , registre casi nulos instantes donde su bello secreto, haya sido rozado verdaderamente por alguien. Naturalmente, nunca pierde la esperanza, por el contrario, siempre sueña que llegará ese momento mágico, cuando del autobus detenido, asome aquel que con su sofisticado y sensible gusto, abrirá el candado de su tesoro.

IdV.