El Vino para Oscar Castro

Hay palabras que nos transmiten sensaciones, aromas, sabores. Hay palabras que duelen mientras que otras curan. Hay palabras que evocan lugares y tiempos pasados. Hay palabras que nos describen mejor que un pincel en el lienzo, las emociones vividas o padecidas…

En el poema Remordimiento de Oscar Castro algo de esto hay si no más. En sus versos se puede sentir a Chile, su campo, su gente. Es posible incluso escuchar los sonidos propios de la naturaleza que los cobija, al mismo tiempo que imaginar con nitidez cada detalle, que se esconde en los rincones de esta tierra.

Aquí el vino no es protagonista, ni siquiera un actor secundario. Con fortuna se lo menciona, sin embargo su presencia es innegable, así como el calor que provoca en la embriaguez de su exceso o el frío mortal de esa culpa latente, que se vive tras su resaca.

¡Salud!

IdV.

Casa de mi compadre Rosendo Montes,
donde hasta el viento baila de punta y taco
donde el día se pone faja de flores
y se le ve a la luna blanco el refajo.

Casa de mi compadre, donde las hembras
cantan que “la esperanza nunca se pierde”.
Allí ríen los vinos, trina la espuela
y hasta el sauce es un huaso de poncho verde.

Quinta de mi compadre, donde la higuera
tiende una estera fresca sobre los suelos
y su fronda se ensancha como una clueca
que empollara canciones y juramentos.

Yo he alojado en la casa de mi compadre
cuando el invierno llega topeando quinchas
y el trueno se derrumba desde los Andes
como un potro que rompe riendas y cinchas.

Y he besado una boca bajo su techo,
boca roja de vinos y de tonadas,
sin saber en la sombra cuál era el pecho
ni cual la carne tibia que se me daba.

Y he partido en el alba como un bandido,
cuando clava el lucero su fría espuela,
con el alma llagada por el cuchillo
implacable y desnudo de la vergüenza.

Casa de mi compadre Rosendo Montes,
no volveré a bajarme frente a tu vara,
porque me acusarían dos ojos de hombre,
y los ojos castaños de mi ahijada.

Fotografía: www.memoriachilena.cl