La elegancia pasada del beber

Cuando tengo la oportunidad de ver copas y decantadores como los de la fotografía, no puedo evitar detenerme para admirarlos y pensar cómo habrían sido aquellos encuentros sociales, donde se los empleaba y bebía de ellos.

Quizás se trataba de eventos muy sofisticados y en extremo elegantes, rodeados de lujo y abundancia. Probablemente los participantes, quienes los empleaban, eran personajes cultos, prósperos y evidentemente, reconocidos. Sin duda alguna, esta cristalería, no formaba parte de la diariamente empleada para los eventos domésticos, dada su evidente fragilidad, si no que por el contrario, ostentaba un lugar de honor en amplias vitrinas de comedor, para ser sólo  retiradas con el fin de engalanar ocasiones sumamente especiales, donde la bebida era cuidadosamente escogida, pero su contenedor lo era aún más.

Hoy por hoy nos parece una obligación (¿impuesta?) el beber vinos y licores en copas transparentes, ojalá de cristal, las que claramente nos permiten maximizar, el disfrute de los sentidos involucrados directamente en el beber. Respecto del empleo de decantadores, no nos parece tan mandatorio, pero entendemos que su finalidad práctica está íntimamente ligada tanto con las características de la bebida, como con la situación de consumo.

Ahora bien, ¿cuál de los formatos favorece más al atractivo de la ocasión? ¿Cuál de ellos es capaz de aportar por sí mismos, vida y porqué no decirlo «magia» al momento?

Lo dejo a su elección. Yo ya tengo mi preferencia.

¡Salud!

IdV.

 

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